SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA
Niños jugando a los dados. Bartolomé Esteban Murillo.
Murillo vive en Sevilla, en una ciudad que era
prácticamente la capital del mundo del momento. Por donde circulaba todo el oro
y las riquezas procedentes de las Indias, el lugar donde todo el mundo quería
ir para tener un futuro más provechoso, pero junto a la gran riqueza se aprecia
la gran pobreza por las aspiraciones incumplidas,
Murillo se dedica a sacar lo
cotidiano, pero con una belleza que se refleja sobre todo en la infancia. Niños
que pese a no tener donde vivir o qué comer, los muestra con total dignidad, con
la alegría que sólo la ignorancia de la infancia es capaz de mostrar.
En esta obra aparecen tres niños, dos jugando a los
dados, uno comiendo fruta y mirando al espectador y un perrito mirando a este
último niño.
Se trata seguramente de vendedores de fruta y de agua,
como muestra el jarrón y la cesta de frutas de la esquina izquierda de la
composición. Los niños, para ganarse la vida, solían actuar de aguadores,
recogiendo el agua de fuentes y ofreciéndola por toda la ciudad.
Detalle
del jarrón y el cesto de frutas
Dos de ellos juegan a los dados en posturas encontradas, seguramente
estén jugándose el reparto de las ganancias del día.
Detalle
de los jugadores de dados
El que come fruta mira al espectador, como si Murillo se
hubiera colado de por medio en esta escena y captara la atención del chiquillo.
Detalle
del que come fruta
La escena siempre dulcificada y buscando lo cotidiano, el
perro mira con entusiasmo al niño deseando que caiga algo de la fruta que está
comiendo.
Detalle
del perro
Los niños
muestran actitudes desenfadadas y llenas de vida, ajenas a los problemas de una
existencia que, en aquellos momentos, era realmente difícil. Los niños, con astucia
y habilidad, procuran sus alimentos, necesarios para sobrevivir, a la vez que
ocupan su tiempo en divertirse.
Vuelven a aparecer los pies, con
unas alpargatas totalmente deshechas y asomando los pies del menor, signos de
su inmensa pobreza.
Detalle
de las alpargatas rotas
Por Andrés Carranza Bencano
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