lunes, 9 de junio de 2025

EL PIE Y LA PIEDAD EN SEVILLA

Piedad. Hermandad de los Servitas.  

Vista general del Retablo Mayor

La calle central del Altar Mayor de la Capilla de los Servitas (ver) está presidido por un amplio camarín, cuyo interior está decorado con espejos, donde se aloja el grupo escultórico de la Sexta Angustia de la Virgen María (ver), formado por la Virgen de los Dolores, y el Cristo muerto, Jesús de la Providencia.

Se representa la “Sexta angustia de la Virgen María”: el sobrecogedor instante en que el cuerpo inerte de Cristo, descendido de la cruz, reposa en su regazo. La Santísima Virgen muestra el cuerpo martirizado de su Hijo con serena dignidad, invitando a la compasión y al recogimiento. Permanece inmóvil, como un bloque de dolor, sosteniendo eternamente la muerte del Redentor.

Esta escena no aparece en los Evangelios, pero la tradición popular religiosa ha visto en ella reflejada la verdadera dimensión de dolor ante la muerte de Jesús.

Dolor que parece anticipar Simeón cuando José y María llevan al niño al templo. Simeón dijo a María: “Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan y muchos se levanten. Será un signo de contradicción que pondrá al descubierto las intenciones de muchos corazones. Pero todo esto va a ser para ti como una espada que te atraviese el alma”.

Así, este misterio, venerado por la Orden de los Siervos de María, constituye una enseñanza continua sobre la Providencia divina. La muerte de Cristo no es un hecho aislado, sino la afirmación del plan eterno de Dios sobre la historia y la humanidad. Frente a las concepciones paganas del destino, al deísmo racionalista o al materialismo moderno, la fe cristiana proclama que Dios guía y sostiene amorosamente a todas sus criaturas.

La ejecución del grupo escultórico de Servitas se sitúa posiblemente en la década de los 40 del siglo XVIII. Desde las aportaciones en el siglo XIX por el historiador Ceán Bermúdez, se tienen noticias de que el grupo escultórico fue realizado por el escultor barroco sevillano José Montes de Oca (ver) y, aunque no se ha encontrado aún ningún documento que ratifique esta atribución, por los rasgos estilísticos se considera como de segura atribución a este autor.

José Montes de Oca, que también usó el apellido León, fue “el último escultor de mérito que hubo en Sevilla” en opinión de Ceán, y es considerado por la crítica especializada como uno de los grandes artistas de la madera en el siglo XVIII, junto con Pedro Duque Cornejo (ver) y Cristóbal Ramos (ver). No obstante, sus formas se basan muy directamente en las soluciones estéticas de los maestros de principios del siglo XVII, especialmente Juan Martínez Montañés (ver).

Como señala Villar Movellán, es posible que la imagen se inspire en el conmovedor grupo escultórico de la Virgen de las Angustias de Córdoba, obra de Juan de Mesa (ver)

No obstante, también cabe suponer la influencia de la imagen titular primitiva, una pieza de pequeño formato con acento galicista, fechada en el primer cuarto del siglo XVI (ver).

El atuendo característico de esta advocación mariana consiste en saya y manto de color negro. Esta indumentaria se remonta al luto que vestía la condesa viuda de Ureña, camarera mayor de Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II. La reina ordenó esculpir una imagen de la Virgen vestida de tal forma al artista Gaspar Becerra, que fue venerada en una capilla de la Iglesia Conventual del Buen Suceso o Servitas, en Madrid. En ese mismo lugar, en 1567, se fundó una cofradía que contribuyó decisivamente a la difusión de esta iconografía.

Piedad

Detalle de la Virgen

Detalle del rostro de la Virgen

Detalle del rostro de la Virgen

Detalle de Cristo muerto

Detalle del rostro de Jesús

Detalle de la mano derecha

Detalle de los pies


Se introdujo la costumbre de colocar sobre el pecho de María un corazón atravesado por una o siete espadas, clara alusión a los siete dolores.

Detalle de la Virgen

En 1968 la talla mariana fue restaurada por Antonio Dublé de Luque. En 1978 José Rivera restauro la imagen cristifera para afianzar la cabeza que se había separado del tronco.

Por Andrés Carranza Bencano

No hay comentarios:

Publicar un comentario