jueves, 30 de noviembre de 2023

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

SABANA SANTA

Vía Dolorosa.

La Verónica y la Santa Faz. 

El famoso personaje que aparece en una de las etapas del Vía Crucis, más exactamente en la sexta estación, está lleno de misterios.

Verónica con la Santa faz. El Greco. Óleo sobre lienzo. 84 x 91 cm. Museo de Santa Cruz . Toledo. (Ver)

Según la historia que se desarrolló durante la época medieval, una mujer llevada por la compasión, desafió a la multitud y se abrió paso entre los soldados que escoltaban a Jesús, para secar el rostro de Cristo, mientras subía el Gólgota, con un pañuelo de lino. Al llegar a su casa observó que en aquel lienzo había quedado grabado el rostro de Jesús.

En la Vía Dolorosa de Jerusalén hay una capilla conocida como "Capilla de la Santa Faz", a la que se considera tradicionalmente el lugar donde se produjeron estos hechos. 


Este episodio no está referido en ningún relato bíblico. La historia pudiera estar conectada con la mujer sanada al tocar el manto de Jesús, en Lucas 8:43-48, y que, en uno de los evangelios apócrifos, se llama Verónica. La cita más antigua data del siglo II, en el Evangelio apócrifo de Nicodemo.

El nombre de Verónica también es un misterio, pues es mencionada en sus orígenes bajo el término de “mujer piadosa de Jerusalén”, y pasó a tener luego el nombre de “Verónica” que, en griego, significa “Verdadero Icono” (Vera Icona), para indicar que es la “imagen verdadera” de Jesús, considerada como no pintada por manos humanas.

Según una tradición o leyenda que ya existía en el siglo VIII, el emperador romano Tiberio estaba aquejado de una grave enfermedad y envió a Palestina a su mensajero Volusiano, en busca de un sanador llamado Jesús, pero cuando llegó a Jerusalén, Jesús ya había sido crucificado.  En su contacto con los seguidores de Jesús, encontró a una mujer llamada Verónica, que admitió que había conocido a Jesús y que tenía un pañuelo con su rostro. Volusiano con Verónica y el lienzo se trasladaron a Roma y Tiberio se curó con la presencia de la tela sagrada. 

Una inscripción, en los restos de un cofre de madera conservado en el Pantheón (Santa María ad Martyres ), dice: “In ista capsa fuit portatum Sudarium passionis Domini Nostri Jesu Christi Hierosolymis Tiberio Augusto” (En esta caja fue traído de Jerusalén, para Tiberio Augusto, el Sudario de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo).

Así, aunque son muchas las reliquias existentes de este velo, se considera como más auténtica la conservada en la Basílica de San Pedro en Roma.

Durante el pontificado de Juan VII (705-707 d.C) se consagró una capilla denominada de “Sancta María in Verónica” lo que hace suponer que el lienzo estaba en Roma.

Juan VII. Mosaico de la Pinacoteca Vaticana ( 705-707)

Hay referencia al lienzo romano en 1011 por la existencia de un escriba como conservador del mismo. Dos peregrinos llamados Geraldo de Barri y Gervasio de Tilbury, en 1199, hacen referencia al paño en dos ocasiones distintas de visitas a Roma.

Es mencionada por el Papa Sergio IV (1009 a 1012), mientras que Inocencio III (1198 a 1216) organizó una procesión publica anual entre la Basílica de san Pedro y el Hospital del Espíritu Santo, concediendo indulgencia a quien rezara ante él, y el Papa Bonifacio VIII (1294 a 1303) proclamó el primer jubileo.




La construcción (1506-1526) de la nueva Basílica de San Pedro se realizó sobre la antigua basílica constantiniana por orden del Papa Julio II (1503 a 1513) y posteriormente el Papa Urbano VIII (1623 a 1644) trasladó la reliquia de la Verónica a una de las cuatro capillas alojadas en los pilares que sostienen la cúpula.



Urbano VIII. Pietro da Cartona. 1627. Museos Capitolinos. Roma



En el pilar se encuentra una estatua de la Santa, de Francesco Mochi (1632), que la representa con la siguiente inscripción: “Urbano VIII Pontífice Máximo añadió una estatua de mármol y un altar; edificó y adornó una capilla para que la majestad del lugar custodie adecuadamente la imagen del Salvador impresa en el sudario de la Verónica”.


Durante el "Saco de Roma" del 6 de mayo de 1527 (saqueo en la ciudad de Roma por las tropas alemanas y españolas de Carlos V), Messer Unbano escribió a la Duquesa de Urbino indicándole que el lienzo fue robado y pasó por las tabernas de Roma, pero otros autores consideran que no fue encontrado por los asaltantes.



El Vaticano, en 1618 declaró que la reliquia no había sido robada, que nunca salió del recinto del Vaticano y que no se sabe en qué circunstancias se rompió el marco original. De hecho, continúa exponiendo la reliquia desde su homónima capilla, el quinto domingo de Cuaresma.

Muchos artistas de la época hicieron reproducciones del lienzo. Así, en 1616, la reina Constanza de Austria pidió a Pablo V una copia del santo rostro y el Vaticano mandó hacer a Pedro Strozzi, canónigo de San Pedro y secretario de Pablo V, además de ésta otras copias. Una, la que el Vaticano hizo para la duquesa Sforza, se encuentra en la Iglesia del Jesús de Roma, y lleva la fecha de 1622. 

Pero, en 1629 el Papa Urbano VIII lo prohibió, ordenó destruir las existentes y dejó de exponerse públicamente, salvo en momentos puntuales, como en 1845 por la proclamación del Dogma de la Inmaculada, que fue expuesta en el altar mayor de san Pedro.

Las devociones a la santa Faz fueron aprobadas por el Papa león XIII en 1895 y por el Papa Pio XII en 1958 y han sido objeto de atención por los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. 



Según otra leyenda el verdadero velo de la verónica se encuentra en la región de los Abruzos  (Italia) y se identificaría con el Rostro Santo (Volto Santo) de Monopello (Pescara), a donde llegaría en 1506 llevado por un peregrino que lo habría dado al doctor Giacomo Antonio Leonelli, antes de desaparecer.

Santo Rostro de Manoppello

Hasta 1608 se mantuvo en la propiedad de la familia Leonelli, fecha en la que fue robada por Pancrazio Petrucci, un soldado casado con Marzia Leonelli, que años más tarde la vendió al doctor Donato Antonio de Fabritiis, que la cedió a los capuchinos que la conservan actualmente.

Así, en 1999, el jesuita sindologo Heinnrich Pfeiffer profesor de Historia del Arte de la Pontificia Gregoriana anunció, en una conferencia de prensa en Roma, que había encontrado el velo en una iglesia de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos en Monopello, donde había estado desde 1660.  

Pfeiffer consideró que el velo corresponde con el que fue robado del Vaticano, pero no hay ninguna prueba documentada a pesar de unos fragmentos de vidrio incrustados en la tela, que se podrían relacionar con el recipiente donde se guardaba el fragmento de ropa en el Vaticano, que se habría roto en el momento del robo.  

Otros investigadores sostienen que el Rostro Santo de Manoppello es el original, pues después de un examen con un escáner digital se confirmó que sobre el tejido no hay rastros de color ni pigmentos, de tal modo que, se desconoce cómo se ha formado la imagen sobre el velo. Y lo más curioso es que el rostro de Manoppello coincide por dimensiones con el rostro de la Sábana Santa, a diferencia del que se encuentra en el Vaticano.

Hay otro velo en la catedral de Jaén “La santa Faz de Jaén” que, según la leyenda, fue traído por san Eufrasio, uno de los siete Varones Apostólicos, enviados a evangelizar a España por el Apóstol San Pedro. 

Santo Rostro. Catedral de Jaén

Durante la invasión árabe el Santo Rostro permaneció en manos de cristianos árabes o mozárabes, hasta la conquista de la ciudad por San Fernando que la llevó consigo durante sus campañas guerreras. Volvió a Jaén al ser nombrado obispo Nicolás de Biedma, antiguo arcediano de Écija.  

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

VÍA DOLOROSA.

Verónica con la Santa Faz. El Greco. 

La Verónica se encargó para la parroquia de Santa Leocadia, donde se situó en la capilla absidial denominada de Santa Inés, del lado del Evangelio.

Esta pintura constituía el ático o coronación de un retablo cuyo lienzo central era un ‘Expolio’, copia de taller de la obra maestra que preside la Sacristía de la Catedral Primada de Toledo, y que también se expone en el Museo de Santa Cruz.

La obra formó parte del desaparecido Museo parroquial de San Vicente, de Toledo, de 1929 a 1961, fecha en la que ingresa en el Museo de Santa Cruz como depósito de la Parroquia de Santa Leocadia.

En 1994 la obra fue adquirida por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y adscrita a la colección estable del Museo de Santa Cruz.

La leyenda de la Santa Faz está narrada en el evangelio apócrifo de Nicodemo (s. III-IV) aunque será Jacobo de la Vorágine, en su Leyenda Dorada (s. XIII), el que la popularice, surgiendo la versión definitiva en torno al s. XIV-XV en Europa Occidental, Armenia y el Oriente Ortodoxo.

Esta tradición narra el momento en el que Berenice, para algunos la hemorroisa curada por Jesús y una de las santas mujeres que acompañan a Cristo camino del Calvario, en un gesto de profunda piedad, le enjuaga el sudor y su sangre en un paño en el que milagrosamente queda grabado el rostro del Nazareno.

La etimología del nombre de Verónica alude a la ‘vera icona’ o verdadera imagen de Cristo, siendo la única santa a la que se nombra por su atributo.

El cuadro nos muestra la Verónica, de media figura, sobre un fondo, neutro y oscuro. Destacan las manos, el rostro y la cabeza de la protagonista femenina. Presenta una leve torsión del rostro y un principio de escorzo con desviación de la mirada hacia su izquierda. 

Detalle de la Verónica

El lienzo blanco del paño, enmarcado en dorado y azul, muestra el rostro de Cristo representado de una manera frontal, con la corona de espinas y con los cabellos sueltos sin recoger ni trenzar, que parece flotar sobre la tela.  

Detalle del rostro de Jesús

Julián Gallego encuadra esta obra dentro de la tipología de ‘el cuadro dentro del cuadro’ ya que la protagonista femenina sujeta a su vez un lienzo donde, de forma milagrosa, se reproduce la imagen grabada del rostro de Cristo.

Algunos investigadores consideran que La Verónica estaba inspirada en el retrato de Doña Jerónima de las Cuevas, la que fuera pareja de El Greco y madre de su único hijo conocido.

El rostro de Cristo, por otra parte, tiene su paralelo más claro en la magnífica Santa Faz (1580) del Convento de la Purísima Concepción, o de las Capuchinas, de Toledo.

lunes, 27 de noviembre de 2023

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

SABANA SANTA

Vía Dolorosa.

Cristo abrazado a la Cruz. El Greco. Hacia 1620. Óleo sobre lienzo. 108 x 78 cm. Museo del Prado. Sala 008B (ver)

Cuando terminó la flagelación, la coronación de espinas y las burlas de los soldados, Pilato se dispuso a presentar a Jesús ante el pueblo. 

Ecce Homo. Ciseri, Antonio. 1871. Óleo sobre lienzo. 380 x 292 cm. Galería de Arte Moderno. Florencia (ver)

El pasaje evangélico (Jn 19:4-5) narra que “Volvió a salir Pilato y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en él. Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: Aquí tenéis al hombre” (Ecce Homo)

Ecce Homo. Tiziano. 1543. Óleo sobre tabla. 242 x 361 cm. Museo Historia del Arte. Viena (ver)

Jesús estaba cubierto de la sangre que le corría por la cara, el cuello y todo su cuerpo. Todavía tenía la corona en su cabeza y el manto de púrpura con el que le habían escarnecido los soldados, cumpliéndose la profecía de Isaías: "Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres" (Is 52:14). 

La Sentencia de Jesús. Francken II, Frans. Hacia 1623. Óleo sobre tabla. 57 x 80 cm. Museo del Prado. No expuesto (ver)

Pilato pretendía convencer a los judíos de que, después de haberle examinado y castigado cruelmente, no había encontrado ninguna base frente a sus acusaciones, y esperaba que, viendo el aspecto deshumanizado, muy lejos de ser el “Hijo de Dios”, que ofrecía Cristo en aquellos momentos, los judíos dejarían de insistir en su crucifixión.

Pero, los judíos le respondieron: “Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios” (Jn 19:7).

A mediodía, Pilatos decide crucificar a Jesús, le despojan del manto púrpura que le habían puesto para mofarse de su presunta realeza y le colocan lo que llevaba cuando le arrestaron: "Y después de haberse burlado de Él, le quitaron el manto, le pusieron sus vestiduras, y le llevaron a crucificar" (Mt 27:31).

La distancia desde el Pretorio de la fortaleza Antonia (residencia y asiento de gobierno del procurador de Judea) hasta la colina Gólgota, era alrededor de 600 metros, siendo todo el camino cuesta arriba (en la actualidad son callejuelas plagadas de tiendecillas), bastante empinado en algunos tramos.

Vía Dolorosa, Jerusalén.


En los relatos del Evangelio, los autores cuentan muy poco sobre el camino de Jesús al Calvario y en la Sabana Santa se encuentran signos de esta Vía Dolorosa.

Las plantas de los pies aparecen escoriadas y en el talón derecho se encontró un elemento que en principio resulto difícil de identificar, y que se trata de lodo, por lo que se supone que el hombre de la Síndone hizo este camino descalzo. 

También se han depositado en la tela, partículas de material terroso, en correspondencia con las huellas de los pies, que contienen aragonito con impurezas de estroncio y hierro, como las muestras tomadas en las cuevas de Jerusalén.

Cristo camino del calvario. Valdés Leal, Juan de. Hacia 1661. Óleo sobre lienzo. 167 x 145 cm. Museo del Prado. No expuesto (ver)


En la Sabana Santa, la imagen de la espalda del hombre muestra dos grandes marcas de fricción, una justo encima del hombro derecho y otra más abajo del lado izquierdo, posiblemente causadas por el madero durante su camino al Calvario.

El profesor Cordiglia describe así la situación: “Sobre el hombro derecho, región supraescapular y región acromial derecha, se observa una vasta zona excoriada y contusa, de forma casi rectangular, que se extiende algo oblicuamente de arriba abajo y de fuera adentro, de unos diez por nueve centímetros. Otra zona de iguales características se observa en la región escapular izquierda. Un examen atento de ambas zonas nos revela que sobre ellas ha gravitado, aunque fuera a través de alguna vestidura, un instrumento rugoso de considerable peso, espesor como de 14 centímetros, móvil y abrasivo, el cual ha allanado, deformado y vuelto a abrir las lesiones producidas por la flagelación, lacerando los labios de las heridas y produciendo otras nuevas”.

Además, se distingue claramente las marcas de una cuerda en la pierna izquierda, a la altura de los gemelos. 

Fotografía de la Síndone con la impronta de la cara posterior y superior, donde son visibles las señales en el hombro derecho y en la región escapular e interescapular derecha


Fotografía de la Síndone con la impronta de la cara posterior e interior, donde son visibles las señales de la cuerda en la pierna izquierda, a la altura del gemelo


Como señaló el historiador judío del primer siglo Josefo, la madera era tan escasa en Jerusalén, durante el primer siglo después de Cristo, que los romanos se vieron obligados a viajar diez millas desde Jerusalén para conseguir la madera para su maquinaria de asedio.

Igualmente, el historiador Hershel Shanks explica en un artículo en la Revista de Arqueología Bíblica que la madera era difícil de adquirir, y que los romanos reutilizaban los montantes de madera que ya estaban fijos en el suelo.

Esto significa que, los condenados a la crucifixión nunca llevaban la cruz completa, a pesar de la creencia común de lo contrario, y a pesar de las muchas recreaciones artísticas del camino de Jesús a Gólgota. En su lugar, solo llevaba la barra transversal (patibulum), mientras que la viga vertical (estipe) se colocaba en un lugar permanente donde se usaba para ejecuciones posteriores.

Se estima que el patibulum pesaba entre 34 y 56 kilos y era colocado transversalmente a lo largo de la parte posterior de los hombros y atados a los brazos extendidos, de forma que el centro se apoyaba en la nuca o en la región interescapular y en ambos omóplatos, pero el extremo izquierdo del patíbulo estaba atado al tobillo del mismo lado, inclinando el madero hacia la izquierda.

Por ello, el patibulum lleva una dirección oblicua, de arriba abajo y de izquierda a derecha, y se apoyaba con mayor fuerza y a mayor altura en el hombro y el omóplato derecho. 

Como no estaba sólidamente fijo al cuerpo, tenía que acomodarlo mejor, moviendo los hombros y la nuca, lo que explica las grandes marcas de fricción encima del hombro derecho, y que a pesar de la protección de la túnica estos movimientos provocaran un roce constante sobre las heridas de la flagelación.  

Esquema que muestra como el extremo izquierdo del patibulum estaba fijado al tobillo y los condenados atados entre sí. El madero basculaba constantemente sobre los hombros provocando lesiones por fricción.

En la Sábana, podemos observar las lesiones en la cara anterior de ambas rodillas, sobre todo en la derecha.

Estudiando la impronta en la Síndone, se han analizado los microscópicos restos orgánicos e inorgánicos adheridos en la zona de las rodillas y se ha podido identificar polvo y tierra.

Fotografía de la Síndone con la impronta de la cara anterior donde son visibles las señales en las rodillas

Técnicas similares a las que se usan en Palinología determinan sin lugar a duda que estos restos son de tierra de tipo travertino-aragonito, la misma clase que en la actualidad se encuentra en la Vía Dolorosa. Si las rodillas de Jesús hubieran estado cubiertas por la tela de una túnica larga, nunca se habrían encontrado en la Síndone trazas de estos materiales. Lógicamente pues, Jesús llevaba puesta la túnica más corriente entre los hombres, la túnica corta (situación que no suele contemplarse en las manifestaciones artísticas).

Caída en el camino del Calvario. Tiepolo, Giandomenico. 1772. Óleo sobre lienzo. 124,3 x 145 cm. Museo del Prado. Sala 023 (ver)


Estas lesiones corresponden lógicamente, a que tuvo que caerse muchas veces, posiblemente muchas más que las tres que recuerda la Vía Dolorosa. 

Los Evangelios apócrifos cuentan hasta 32, mientras que los Evangelios canónicos no hablan de ellas. 

Sabemos que sucedieron exclusivamente por la Tradición y los Evangelios Apócrifos, especialmente el Evangelio de los Hebreos (cerca 300 d.C.). 

El hecho de ir atado al patibulum con los brazos en cruz, atado por un tobillo y descalzo sobre un suelo irregular de piedras, provoca una actitud poco equilibrada, a la que se suma que los condenados iban atados entre sí.  

Esquema de la cordada de reos, de modo que cada uno lleva el patibulum sobre los hombros, el extremo izquierdo del madero fijado al tobillo y los reos unidos entre sí


Si tenemos en cuenta que los otros dos reos, a los que iba unidos, eran flagelados en el camino, podemos plantear que ellos intentarían huir continuamente de los latigazos, provocando tirones bruscos de la cuerda, favoreciendo las caídas al suelo, y al no poder protegerse con las manos, el traumatismo recaería directamente en la cara y sobre las rodillas.

Cristo camino del calvario. Tiziano, Vecellio di Gregorio. Hacia 1560. Óleo sobre lienzo. 98 x 116 cm. Museo del Prado. Sala 043 (ver)


La flagelación había debilitado mucho a Jesús, por lo que es lógico pensar que los soldados se plantearan que podía morir antes de llegar al Gólgota y obligaran a Simón de Cirene  a que le ayudara a mantener el equilibrio y a llevar la cruz (Mt 27:32.33; Mc 15: 21-22 y Lc 23:26-27).

Cristo con la Cruz a cuestas. Tiziano, Vecellio di Gregorio. Hacia 1565. Óleo sobre lienzo. 67 x 77 cm. Museo del Prado. Sala 043 (ver)


El encuentro con la verónica no se menciona en los Evangelios Canónicos.  La cita más antigua de este episodio data del siglo II, en el Evangelio apócrifo de Nicodemo.  

Jesucristo camino del calvario y la verónica. Juan de Valdés Leal. Hacia 1660. Óleo sobre tela. 161 x 211 cm. Museo del Prado. No expuesto (ver)


La Verónica. Strozzi, Bernardo. 1620-1625. Óleo sobre lienzo. 168 x 118 cm. Museo del Prado. Sala 006 (ver)


La responsabilidad de la Vía Dolorosa en la muerte de Jesús es menor que la flagelación, coronación y crucifixión pero evidentemente es un factor importante. En su estado anémico, con grave alteración metabólica, dificultad respiratoria por el derramen pericárdico y pleural, el esfuerzo supone una taquicardia que hace ineficaz el latido cardiaco.

Fisiopatología de la Vía Dolorosa, por el Dr. De Palacios Carvajal