lunes, 30 de diciembre de 2024

TRAUMATOLOGÍA. 

Herida por flecha  

San Sebastián curado por las Santa Mujeres. José de Ribera.

San Sebastián curado por las Santa Mujeres. Ribera, José de. 1620-1623. Óleo sobre lienzo. 180,3 x 231,6 cm. Museo de Bellas Artes de Bilbao. (CC BY 3.0)


Sebastián (ver) nació en Narbona (entonces parte del imperio romano, actualmente Francia) en el año 255-263, y se educó en Milán.

Pertenecía a una familia noble y del mundo militar, y personalmente era un soldado muy respetado que llegó a ser tribuno de la primera cohorte de la guardia pretoriana, siendo desconocida su carácter de cristiano.

Fue descubierto y denunciado al emperador Maximiano, que le condenó a ser atado y cubierto de flechas en zonas no vitales del cuerpo humano, de forma que no muriera directamente por los flechazos, sino que falleciera al cabo de un tiempo, por el sangrado y los intensos dolores.

Sus amigos lo llevaron, aún con vida, a casa de una noble cristiana romana, llamada Irene (viuda del funcionario mártir San Cástulo), que lo mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó restablecido.

Cuando estuvo totalmente curado se presentó ante el emperador, y le reprochó enérgicamente la persecución a que tenía sometido a los cristianos, por lo que Maximiano ordenó que lo azotaran hasta morir, y arrojaran su cuerpo a un lodazal.

El cuerpo sin vida de San Sebastián fue recogido por los fieles cristianos y sepultado en un cementerio subterráneo de la Vía Apia romana, que hoy lleva el nombre de Catacumba de San Sebastián.

Esta pintura puede ser un lienzo que Felipe IV mandó llevar a El Escorial en 1656, procediendo Velázquez a su organización y distribución en las salas del Monasterio. Con la invasión napoleónica fue llevado a Madrid y regalado por el rey José I al mariscal Soult.

En esta obra el artista ha elegido el momento en que San Sebastián es atendido por Irene y una sirviente para curar sus heridas.

En primer término, se observa el cuerpo del santo tendido en el suelo y semicolgado de un árbol, al que está atado por una de las muñecas, mientras reclina la cabeza sobre un sillar de piedra, para dirigir la mirada al cielo.

El cuerpo desnudo del mártir, con heridas por flechas, muestra un logrado estudio anatómico sobre el que incide un potente foco de luz proveniente de la parte alta del cuadro.

Esta sólo semicubierto por un manto azul cabrilleante que se combina con el blanco del paño de pureza. 

Detalle de san Sebastián

La santa viuda Irene, se nos muestra en el momento de extraer el ungüento para la curación de sus heridas. Aunque en posición genuflexo, su cuerpo cobra mucha altura y llega con la cabeza hasta el límite superior del cuadro.

La gran masa rojo oscuro de su vestimenta contrasta con la clara de las carnaciones de rostro y manos y del paño blanco que pende de su brazo.

Detalle de la santa viuda Irene

La acompañante, o sirviente de Irene, cierra la composición por la izquierda, con tonos sordos de pardo y verde, dejando bien destacadas las manos que extraen con delicada seguridad la saeta.

Detalle de la sirviente

En la parte superior contemplamos a dos angelitos que traen la corona y la palma del martirio.

Detalle de los angelitos

Por Andrés Carranza Bencano

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