TRAUMATOLOGÍA.
Herida por flecha
San Sebastián curado por las Santa Mujeres. José de Ribera.
Sebastián
(ver) nació en
Narbona (entonces parte del imperio romano, actualmente Francia) en el año
255-263, y se educó en Milán.
Pertenecía
a una familia noble y del mundo militar, y personalmente era un soldado muy
respetado que llegó a ser tribuno de la primera
cohorte de la guardia pretoriana, siendo desconocida su carácter de cristiano.
Fue
descubierto y denunciado al emperador Maximiano, que le condenó a ser atado y cubierto de flechas en zonas no vitales del
cuerpo humano, de forma que no muriera directamente por los flechazos, sino que
falleciera al cabo de un tiempo, por el sangrado y los intensos dolores.
Sus amigos lo llevaron, aún con vida, a casa de una noble
cristiana romana, llamada Irene (viuda del funcionario mártir San Cástulo), que
lo mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó
restablecido.
Cuando estuvo totalmente curado se presentó
ante el emperador, y le reprochó enérgicamente la persecución a que tenía
sometido a los cristianos, por lo que Maximiano
ordenó que lo azotaran hasta morir, y arrojaran su cuerpo
a un lodazal.
El cuerpo sin vida de San Sebastián
fue recogido por los fieles cristianos y sepultado en un cementerio subterráneo
de la Vía Apia romana, que hoy lleva el nombre de Catacumba de San Sebastián.
Esta pintura puede ser un lienzo
que Felipe IV mandó llevar a El Escorial en 1656, procediendo Velázquez a su
organización y distribución en las salas del Monasterio. Con la invasión
napoleónica fue llevado a Madrid y regalado por el rey José I al mariscal
Soult.
En esta obra el artista ha elegido el momento en que San
Sebastián es atendido por Irene y una sirviente para curar sus heridas.
En primer término, se observa el cuerpo del santo tendido en el suelo y semicolgado de
un árbol, al que está atado por una de las muñecas, mientras reclina la cabeza sobre un sillar de piedra, para dirigir la mirada
al cielo.
El cuerpo desnudo del mártir, con heridas por flechas,
muestra un logrado estudio anatómico sobre el que incide un potente foco de luz
proveniente de la parte alta del cuadro.
Esta sólo semicubierto por un manto azul cabrilleante que se combina con el blanco del paño de pureza.
Detalle
de san Sebastián
La santa viuda Irene, se nos muestra en el momento de
extraer el ungüento para la curación de sus heridas. Aunque en posición genuflexo,
su cuerpo cobra mucha altura y llega con la cabeza hasta el límite superior del
cuadro.
La gran masa rojo oscuro de su vestimenta contrasta con la clara de las carnaciones de rostro y manos y del
paño blanco que pende de su brazo.
Detalle de la santa viuda Irene
La acompañante, o sirviente de
Irene, cierra la composición por la izquierda, con tonos sordos de pardo y verde,
dejando bien destacadas las manos que extraen con delicada seguridad la saeta.
Detalle de la sirviente
En la parte superior contemplamos a dos angelitos que traen la corona y la palma del martirio.
Detalle de los angelitos
Por Andrés Carranza Bencano
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