EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA
Descendimiento. Santo entierro. Resurrección.
Tras la Crucifixión, los soldados encargados, presididos por un centurión,
custodiaban al crucificado para que nadie lo bajase de la cruz, salvo que le
fuera autorizado expresamente, con lo que el cuerpo quedaba a merced de las
aves de rapiña.
Para evitarlo, José de Arimatea fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús:
“José de Arimatea, que
era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a
Pilatos autorización para retirar el cuerpo de Jesús” (Jn 19:38).
Este le concedió su deseo y José fue a comprar una sábana, volvió al Gólgota y ayudó a descender el cadáver de Jesucristo.
Tras el descendimiento surgen dos
episodios. "La Piedad" y el "Planctus o Llanto sobre Cristo muerto", que, aunque
similares en su contenido, son dos escenas diferentes intercaladas entre el
Descendimiento y el Santo Entierro.
En
la Piedad, el cuerpo inerte del crucificado descansa en los brazos de su Madre,
que lo recibe con un dolor contenido.
La Piedad no aparece en los Evangelios canónicos ni en los apócrifos.
El evangelio de Juan solo manifiesta que junto a la cruz estaban “su Madre y la hermana de su Madre, María de Cleofás y María Magdalena” (Jn 19: 25).
Lucas (Lc 2:35) revela el dolor de María en un versículo:
“y una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de
muchos corazones”.
Jacobo de
la Vorágine dedica un capítulo a la Virgen de la Piedad (cap. CCXXIV),
basándose en este Evangelio de Juan (Jn 19:25-27) la describe erguida soportando
de esta forma su inmenso dolor: “La Virgen, Madre de Dios, pues lo había engendrado,/permaneció junto a la Cruz en que su Hijo agonizaba/transida de inmensa aflicción./Los dolores de esta Madre fueron tan intensos/al ver sufrir y morir de aquel
modo a su Hijo/que casi murió también ella de compasión”.
En
las Meditaciones de Pseudo Buenaventura y de Enrique de Berg, en las
Revelaciones de Santa Brígida de Suecia o en el Planctus Mariae del
cisterciense Ogiero de Locedio, entre otros, se describe el cuerpo de Cristo
muerto sobre las rodillas de su Madre y las emociones que ella padece, así como
su indescriptible dolor, como una forma de llegar al corazón de los fieles.
En los grupos de la Virgen de la Piedad, aparece cubierta con un gran manto y toca que le oculta el cabello, está sentada a los
pies de la cruz donde acoge con gran dolor, manifestado en la expresión de su
rostro y el gesto de sus manos, el cuerpo sin vida de su Hijo.
Al grupo formado por los dos personajes se
le puede agregar los comitentes arrodillados en los laterales, y pueden
incluirse también San Juan y la Magdalena.
En las obras más tempranas el cuerpo de la
Virgen es de mayor tamaño, posiblemente en alusión al recuerdo de la Madre
cuando tenía al Niño en sus brazos, pero con el tiempo esta desproporción deja
de ser patente y el cuerpo de Cristo adulto tiene un tamaño similar o mayor que
el de la Virgen.
Este, con la cabeza caída hacia un lado,
se tiende rígidamente en el regazo de María ya en horizontal, formando una
diagonal o casi en perpendicular al cuerpo de su Madre, que lo sujeta pasando
un brazo bajo su cuerpo mientras con la otra mano se toca el pecho en señal de
lamento, coge el brazo inerte de Jesús o se abraza desesperadamente a Él.
Piedad. Luis de Vargas.1564. Iglesia de santa María la Blanca. Sevilla (ver)
Tras
el descendimiento, trasladaron a Jesús a un sepulcro nuevo, cercano al monte
Calvario, propiedad de José de Arimatea.
Traslado de Cristo o Deposición Borghese. Sanzio, Rafael. 1507. Óleo sobre tabla. 176 x 184 cm. Galería Borghese. Roma
En el Sepulcro extendieron la sabana sobre la
piedra y colocaron a Jesús, como es descrito por los Evangelistas:
“Este (José de Arimatea)
compró una sábana y, descolgando a Jesús, lo envolvió en la sabana, y lo puso
en un sepulcro cortado en la roca; luego rodó una piedra delante de la entrada
del sepulcro” (Mc 15:46).
“El, tomando el cuerpo,
lo envolvió en una sábana limpia; lo puso en su sepulcro nuevo que él se había
cortado en la roca, y después de haber hecho rodar una gran losa hasta la
entrada del sepulcro, se marchó” (Mt 27:59-60).
“(…) y bajándolo, lo
envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro cavado en la roca, donde no
habían puesto a nadie todavía” (Lc 23:53).
“Tomaron entonces el
cuerpo de Jesús y lo ataron con lienzos de amortajar, junto con los aromas,
como tienen costumbre los judíos de dar sepultura" (Jn 19:40).
En el "Planctus o Llanto sobre el cuerpo de Cristo muerto", una vez que su cuerpo se deposita sobre un sudario o sobre la piedra de la unción, se disponen en torno, prorrumpiendo en lamentos y sollozos, la Virgen, San Juan, las santas mujeres, José de Arimatea y Nicodemo.
Deriva de las lamentaciones ante el Hijo muerto, tema de origen bizantino
que concentra la atención en el drama de la Pasión y la contemplación amorosa y
doliente con sentido realista y conmovedor.
El Pseudo-Buenaventura, en las
Meditationes Vitae Christi (cap. LXXXI), expresa literariamente el Planctus de
la siguiente manera: “Cuando se le quitaron los clavos de los pies, José de
Arimatea lo descendió; todos rodearon el cuerpo del Señor y lo pusieron en
tierra. Nuestra Señora, cogió su cabeza contra su seno y Magdalena los pies,
esos pies de los que en otras ocasiones había recibido tantas gracias. Los
otros se disponen alrededor y prorrumpen en profundos gemidos”.
En el planctus el cuerpo de Cristo yace en
el suelo sobre los mantos de los personajes que lo rodean o sobre el lienzo
blanco con el que fue recogido de la cruz (Mt 27:59 y Lc 23:53).
En las representaciones bizantinas
descansa sobre la losa de la unción, donde su cadáver fue perfumado y preparado
para recibir sepultura, y que el arte italiano la transformaría en sepulcro.
En torno al cuerpo, la Virgen cubierta con
toca en señal de luto y colocada generalmente junto a la cabeza lo abraza y se
lamenta ya con expresión trágica o emoción contenida, mientras María Magdalena
suele situarse a sus pies en recuerdo de la unción en casa de Simón (Lc 7:38)
o en Betania (Jn 12:3).
Completan la escena San Juan, que consuela
a María o acaricia el cuerpo del yacente, las santas mujeres que plañen y
gesticulan, y José de Arimatea y Nicodemo, a menudo con botes de perfumes para
embalsamar el cadáver. En algún caso, los ángeles también expresan su dolor
ante tan gran pérdida.
El
tema iconográfico del Planto presenta como variaciones el que el cuerpo de
Cristo esté tendido sobre el suelo o sobre la losa de la unción, así como su
disposición. Puede yacer en horizontal con los brazos estirados, dispuestos
sobre el vientre o sujetos por uno de sus acompañantes que se lamenta
besándolos.
Se supone que la misma sabana de José de
Arimatea se utilizó para cubrir el cuerpo muerto de Jesús. La sabana fue
dispuesta sobre la piedra del sepulcro, de tal modo que la parte sobrante
sobresalía por el lado donde iba a reposar la cabeza.
Sobre la sabana fue colocado el cuerpo en
posición de decúbito supino, o sea,
boca arriba, con los brazos situados
por delante, con los codos,
lógicamente, en suave flexión y las manos, en pronación, esto es, con la palma
tocando el cuerpo sobre la región
pubiana.
Dada la premura de tiempo, porque se hacía ya de noche y el día siguiente era sábado y Pascua, y no se podía trabajar, lavaron un poco el cadáver de sangre, esparcieron perfumes sobre él y dejaron algún ramillete de flores recogidas en su derredor, pero sin terminar totalmente el proceso.
Finalmente, la mitad redundante de la sabana fue colocada doblándola sobre si misma hasta los
pies, cubriendo todo el cadáver
por su cara anterior y fijándola con vendas circulares.
Según San Marcos (Mc 16:12)
“Muy de mañana, saliendo ya el sol, María de Magdala, María
madre de Santiago y Salomé, fueron al
sepulcro de Jesús, después de comprar aceites aromáticos, y encontraron la
piedra que lo cerraba que había sido removida, y dentro un joven que les
anunció la Resurrección de Jesús (Mc 16:1-8).
Igualmente, según san Mateo, “María de Magdala y la otra María, que
presencian la apertura milagrosa del sepulcro por parte de un ángel, que les
anuncia que Cristo ha resucitado y les da el encargo de informar a los
discípulos" (Mt 28:1-10).
“Luego llegó Simón Pedro tras él, y
entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre
la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar
aparte” (Jn 20:6-7).
En este fragmento se ratifica la presencia de la sabana y la colocación del sudario en la cabeza de Jesús.
La Enciclopedia Universal Judía recoge la prescripción de que, cuando un cadáver tenía desfigurado o mutilado el rostro, era imprescindible que éste fuera cubierto con un sudario para ocultarlo a los ojos de la gente.
Por lo
tanto, no es extraño que se utilizase
el pañolón o sudario desde su muerte en la cruz y durante el descenso de la cruz y traslado al sepulcro, y que fuera uno de los lienzos funerarios empleados en el enterramiento.
Pero,
hacía 36 horas aproximadamente que a Jesús lo habían envuelto en la Sábana y
depositado con ella en el sepulcro. Pues, el viernes, lo sepultaron hacia las
6 de la tarde, estuvo las 24 horas del sábado, y el domingo fueron al
sepulcro al amanecer, hacia las 6 de la mañana, por lo que son otras 6 horas del
domingo. O sea, Jesús estuvo en el sepulcro en horas de 3 días distintos,
6 del viernes, 24 del sábado y 6 del domingo.
La imagen
del crucificado en la Sabana Santa muestra que su cuerpo muerto yacente estaba
en fase de "rigor mortis", por la marcada rigidez de los músculos faciales y del
cuello, así como las grandes masas musculares del pecho y de los muslos.
Las investigaciones medico-forenses demuestran que en caso de muerte violenta la aparición de este "rigor mortis" es inmediata y desaparece en 3 horas, pasando a un estado de relajación.
Según esto, la
resurrección, el contacto del cuerpo con la sabana no debió ser superior a 3 horas, debió de ocurrir entre las
18.00 h., momento en que fue depositado en el sepulcro y las 21.00 del
viernes, momento en que desapareció el “rigor mortis”, pero sin saber cuándo
abandonó el sepulcro.
Pero ¿Quién recogió la Síndone? ¿Qué se hizo con ella? ¿Dónde se guardó?.
Para los hebreos, el manto que había rodeado un cadáver era un objeto impuro que no podía ser expuesto, además los judíos interpretaban que en la sangre estaba el alma, de ahí la necesidad de recogerla y limpiarla cuidadosamente, cosa que indudablemente no se había hecho el día de su muerte, y que, aunque trajeran esa intención al día siguiente, no se pudo hacer, porque Jesús ya no estaba; y para los romanos y los hebreos el expolio de una tumba era un delito, penado con la muerte .
Por todo ello, tuvo que ser alguien que le amara mucho. ¿Fue la Virgen María? ¿Fue San Pedro? ¿Fue San Juan? ¿Fue José de Arimatea? ¿Fue San Mateo? ¿Fue otro discípulo? Nadie lo sabe, pero se supone que fue guardada, en secreto, por los cristianos.
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